martes, 30 de agosto de 2011

Tiempo a lo cubano

Vivimos subordinados al tiempo de la misma forma en que nos resulta imprescindible el aire, el agua o el amor. Cada paso de nuestro recorrido por el mundo es un tic tac más, o un segundo menos, en dependencia de la visión pesimista u optimista de cada cual. Usted, yo, el que lleva la existencia más fácil o aquel cuyos días son un eterno drama, tenemos en común el afán por darle al tiempo un papel protagónico en nuestras vidas, sí, pues todo lo planificamos según ese relojito interno de cada cual que en tantas ocasiones se adelanta o atrasa, pero que a fin de cuentas, no podemos excluir.

Muchos son los padres que desearían hacer avanzar el tiempo cuando sus hijos son pequeñitos. Las malas noches, los infinitos cordeles de pañales por lavar, el impacto emocional y monetario que significa llegar al agromercado y comprobar que con 10 libras de malangas se te esfumó más de la mitad del salario. No me diga que no ha estado usted en esa situación, que desearía que por un milagro ese bebé que ahora mismo escupe el purecito que con tanto amor le cocinó ya estuviera en la Secundaria y comiese hasta piedras. Pero esa es otra etapa, que no por gusto demora unos trece años en llegar, para que los padres hagan acopio de toda la paciencia posible cuando su reloj marca más allá de la una de la mañana y ya llevan una hora de atraso. Pero no se preocupe, que el tiempo pasa…para dar lugar entonces a otros tantos desvelos como qué estudiará, quién es el novio, se protegerán, ¿venir a vivir para acá?.

Dicen los científicos que cada ser humano tiene un reloj biológico que le dicta cuándo hacer esto o tomar tal decisión. Pero no a todos nos funciona igual. Para algunas, el primer galancito cursi que le plagia un poema a Borges se convierte en el amor rotundo de su vida, y adelanta las manecillas del reloj para pasarle por encima a los estudios, los consejos de mamá, la posibilidad de conocer lo bueno y lo malo en materia humana, y de pronto, sin saber cómo ocurrió, caes en la realidad de una ama de casa veinteañera con el vientre hasta la nariz a la que mantienen sus padres, porque el otro responsable por la criatura se declaró demasiado joven para afrontar la situación.

Ahh, también están los que intentan demorar el tiempo y se aferran a la juventud con uñas, dientes…y un carrito moderno. ¿No me cree? La temida crisis masculina de los cuarenta constituye la responsable de cada papelazos, sí, porque los ves por ahí, sentados en el Parque Vidal luciendo a una pepilla de 18 añitos que simpatiza demasiado con tu hijo…casualmente de su misma edad. Pero errar es de humanos y por suerte, existe el tiempo, un bálsamo tan simple como eficaz para sanar, o al menos aliviar en gran medida, las heridas que causan las garrafales meteduras de pata.

La vida de por sí es compleja y en su camino encontramos todo tipo de pruebas y obstáculos, pero si insistimos en quebrantar el tiempo de cada uno de sus momentos, creo que nos perderíamos las mejores partes. Si un noviazgo comenzara por la cama quedarían atrás esos detalles deliciosos como el primer paseo juntos, el primer beso, el primer te quiero, y llegaría demasiado pronto la rutina, y de su mano, el fracaso. Por supuesto, tampoco demores hasta el límite de la resistencia lo que con un simple sí o no puede conducirte a la felicidad o a la paz espiritual. Todo radica en saber llegar con puntualidad a esos instantes decisivos de la existencia, aunque tampoco se atormente si se demora o adelanta un tilín.

Y ya, que el tiempo ahora sí me dice que hasta aquí. Solo una cosa más: aunque esté ocupado saque un momentico para dedicárselo a este blog amigo, y reconózcase usted mismo en la imagen de una palabra.

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