lunes, 31 de enero de 2011

Cuba en más de cuatro letras

Si fuésemos a pintarle un rostro a Cuba y esta reportera tuviera el pincel en una mano y la espátula en la otra, claro está que elegiría un semblante femenino, pues la propia geografía de la Isla, cargadita de prominencias y parajes de ensueño, requiere de la fisonomía de una bella mujer. ¿El color de la piel? Bueno, creo que sería tan mestiza como su alma. Pruebe usted a ver qué sale de la mezcla entre andaluz, carabalí, chino, árabe, y hasta ruso, y de paso, piense en sus ojos, que deben ser muy muy grandes y profundos, que cambian de color según varía el ánimo de su pueblo, y aunque mantienen cierta sombra de tristeza por aquellos, los imprescindibles que ya no están, también brillan y se humedecen por la alegría.

Cuba, la tierra añorada por sus hijos sin importar que estén dispersos por el planeta; la Isla que lo mismo se acalora con una guaracha que vibra con la Canción Protesta, la nación de las mil riquezas y las mil necesidades que no se deja intimidar por nada ni nadie. Ya sabe lo que dicen, que los cubanos ganamos aunque sea a salivazos. A veces pecamos por bondadosos, y no me niegue que más de una vez ha fulminado a su esposo con la mirada porque invitó a varios compañeros a su casa, na, para un saladito que le consumió los últimos tres dedos de aceite que le quedaban. Pero la hospitalidad ya viene en los genes, al igual que el optimismo, el afán por no dejársela pelar, así, literalmente, el desenfado, aunque los encontremos por ahí cuadrados y apáticos como ciertos funcionarios burócratas, y la capacidad asombrosa de adaptarse a lo que sea, pues somos los sobrevivientes de bloqueos y carencias más dignos y patriotas de este mundo.

Ya lo dijo el sabio Fernando Ortiz, que nuestra cultura es un gran ajiaco donde todos tienen un espacio. Adoramos a La Virgen de la Caridad, ante la sospecha de traición acudimos a los caracoles de Orula, mezclamos el meprobamato con la pasiflora y hasta en el Karma y la energía piramidal estamos incursionando. Cuba no son solo las exóticas mulatas del exclusivo Tropicana. Caminan por las calles rubias de dudosa pureza europea, nietas y bisnietas de chinos de Cantón, como decimos los cubanos, morenas azabache con cabelleras lacias y frágiles imitaciones de barbies criollas con trenzas a lo Rastafari.

Ahh, otra cosa, dicen que los cubanos somos los seres más nostálgicos que se conocen, que la añoranza por el calor, el pan de la bodega y el ir y venir del agua del acueducto, no obstante el intento por disimularlos tras seis cadenas de oro macizo y un acento extraño y nada creíble, es un bichito que corroe y que se mantiene ahí aunque Papá Noel les traiga todo lo que soñaron. Falta Cuba, que con nada se reemplaza.

Nos encontraremos dentro de…quizás un ratico, para con, una nueva palabra, describirnos a nosotros, los que si no llegamos, nos pasamos, los más sentimentales y guapos, los más friolentos y calurosos, sencillamente, los cubanos.